Experiencias en el Sob:. Cap:. Rosacruz

12.08.2014 00:00

Por I:.H:. Diana Cruz R.

Los razonamientos que se generan a partir de la experiencia masónica (independientemente del grado) son innumerables, se caracterizan por plasmarse en el cuerpo fuertemente mediante las sensaciones y emociones que se experimentan con cada ceremonia y con la elaboración y análisis de cada tema. Los juramentos se hacen de corazón y anteponiendo el honor, por ello permanecen como una luz, aunque a veces se atenúe, en el interior del Cuarto de Reflexiones personal.

 

Tengo la fortuna de haber llegado hasta éste Soberano Capitulo Rosa Cruz a través del esfuerzo y el aprendizaje constante, nadie me ha regalado los grados que poseo ni yo he buscado facilitar la consecución de los mismos; con esto quiero referirme a que desde el simbolismo sé que el mejor camino masónico no es el que me permita llegar prontamente al 33, sino el que me asegure que “todos mis Hermanos me reconozcan como tal”; cuando el filosofismo me recibió, sacudió de nuevo mis ideas y reinstaló en mí la duda de la aprendiza, caminé por la logia capitular afianzando y enriqueciendo las enseñanzas de los primeros grados, y concluí llena de gozo aquel camino con un profundo amor fraternal… y cuando avancé un tramo más… me convertí en Caballero Rosa Cruz y volví a tropezar con la decadencia, la ignorancia y la  desolación; y he aquí

mi primera lección del grado: si observo más allá de la primera impresión, reconozco mi oscuridad incesante y continúo trabajando, encontraré el amor que caracteriza a toda la creación, la fórmula inmanente del G\A\D\U\ que está inscrita en mí y que debo poner en práctica en la interacción día a día con todos y con todo lo que me rodea.

 

Este grado 18 me permite darme cuenta de que la suma del amor y la pureza tienen por resultado el servicio, vocación íntima e infinita que debe caracterizar mi caminar. La rosa florece sobre la cruz y comprendo que no es suficiente el honor en los juramentos, asimilarlos requiere del corazón pero sobretodo de la Conciencia, aquella que se levante por encima de lo material, que se sobreponga tras los embates de la ignorancia, la hipocresía y la ambición, ¿de quién?, de mí misma. Adentrarme en el estudio de la naturaleza perfecta que caracteriza a todo ser vivo me ayuda a ser capaz de mirarme a mí cuando veo a los ojos de cualquier otra persona, hacer verdaderamente míos los principios que algunas religiones han preferido llamar mandamientos, y hacerlo por convicción, por humildad, por una real comunión con el G\A\D\U\, y no por temor a su ira sino por una noción de amor incondicional, de Fraternidad viva y tangible que deje de lado cualquier actitud opuesta a la Igualdad.

 

Mi aprendizaje no cesa y éste grado me motiva a compartir con mis semejantes los “secretos” a los que todos tenemos derecho pues somos seres divinos, saber hacerlo de una manera sutil, cuidadosa, paulatina, sin transgredir ni traicionar, logrando transmitir una idea bastante precisa del poder que todos poseemos. Hoy más que nunca sé que los masones debemos ver a la Masonería como una oportunidad de entrega, de darse a los demás en vez de esperar recibir. Sé que existen cuadros blancos y negros, que el camino no es fácil y que solo aquellos con firme decisión y espíritu de lucha logran llegar al final del camino, pues quizá lo difícil no es llegar sino sostenerse.

 

Me encuentro en la lucha por desarrollar las habilidades que me permitan continuar mi trabajo personal a la vez que ayudo a los demás a sentir y descubrir en sí mismos, aptitudes y anhelos de superación, contribuir a que todos seamos conscientes de que existen en nosotros herramientas, pensamientos y sentimientos esperando ser correctamente encausados, que son como una semilla buscando campo fértil para crecer. Siento y creo firmemente que la Masonería es ese campo fértil, y esta idea me maravilla y se ve fortalecida con la filosofía del Grado, afianzando mi compromiso de entregarme a esta Augusta Institución.